INFANCIAS LIBRES DE VIOLENCIA DE GÉNERO: Una visión desde el ámbito escolar
“Niños y niñas son actores, participan de la escena de producción de significados, son en su actualidad hacedores de metáforas y de comprensiones de lo real, y ponen en cuestión la espera adulta de lo que pueden llegar a ser." (Olga Grau)
Desde ya quiero mencionar que mi inspiración nació del libro de la filósofa Olga Grau Duhari titulado Infancia y Género. Muchas de sus ideas se verán expresadas en este escrito.
En este presente trabajo voy a exponer diversas situaciones por las que las niñas, niños y niñes se enfrentan durante su infancia al estar sometidos bajo un sistema heteropatriarcal y binario, teniendo como consecuencia una reproducción de múltiples violencias. Pretendo, asimismo, mostrar el papel crucial del ámbito educativo bajo el cual muchos - aunque lamentablemente no todos - los infantes se forman; pues es este espacio académico en el que comienzan a relacionarse con más personas fuera del círculo familiar, así como comprender las interacciones políticas, si se me permite llamarlo así, en las que más adelante se verán inmiscuidos como adultos. Me parece relevante abordar este tema desde la visión de la infancia ya que casi todos los temas de la filosofía se encuentran impregnados de adultocentrismo. Digo que casi todos porque en la filosofía práctica, desde los años 70’s, Lipman propuso la Filosofía para Niños como un espacio de escucha y reflexión para las infancias. Por supuesto, con esta propuesta se abre un camino para generar el cambio desde las necesidades de los niños, niñas y niñes, y no desde lo que un adulto cree que necesitan, excluyéndoles del diálogo.
El lugar de los infantes en la política
Para empezar este ensayo quiero definir desde qué realidad se está partiendo para sentar una base sobre la que expondré mi trabajo. Dicha realidad es la posición invisibilizada que tienen los infantes en la escala social.
Etimológicamente la palabra infancia viene del latin infans que significa “que no habla” o “incapaz de hablar”. Designando así una incapacidad o imposibilidad de expresar cualquier cosa. [1] Este hecho no es algo que ya no se relacione con su etimología ya que actualmente no hace falta realizar una investigación exhaustiva para notar que los infantes no son tomados en cuenta dentro de asuntos políticos. No figuran más que como actores pasivos cuyas necesidades dependen completamente de lo que el adulto le otorgue. Entiendo que dentro de la esfera política el infante no sea tomado en cuenta al no ser un sujeto con “capacidad de votar”, por ende, satisfacer sus necesidades no resulta relevante para el Estado.
Ahora bien, actualmente muchos grupos marginados pelean derechos básicos que en realidad no tendrían por qué exigirse puesto que deberían ser para todos y todas. No obstante, ¿quién defiende a los niños?, ¿quién lucha por sus derechos? Es tan urgente como el hecho de que actualmente la educación por medio de la violencia es completamente normal y justificada bajo la manipulación de que “es por su bien”. Me resulta a todas luces opresivo y hace que el niño crezca con la idea de que la violencia se justifica al querer a alguien.
Es un abuso garrafal que en un sistema social y político que se forma con y en el lenguaje como medio principal para expresar intereses y necesidades propias, a los infantes no se les considere como sujetos capaces de hablar. Ese olvido y desdibujamiento de la infancia es una violación hacia todos los derechos de los infantes. Es como un círculo vicioso en el que no se les escucha porque no se les permite la expresión y al no permitirse este derecho tan básico entonces no serán escuchados en un acto de asumir que no tienen nada que decir.
Sobre esto, la filósofa chilena Olga Grau dice lo siguiente:
“El espacio de los adultos y el “adultocentrismo” como actitud de éstos, han operado una marginalización que deja fuera del espacio del habla a quienes se les ha supuesto una menor capacidad pensante.” [2]
Esto último es de suma importancia y abona mucho a este apartado, pues el asumir que los infantes tienen una capacidad menor de pensar por el hecho de ser infantes es un reflejo de que existe una nula comunicación con ellos. Tanto Lipman como muchos otros filósofos y filósofas en materia de infancias, se percatan y han mostrado que los niños y niñas pueden desarrollar una gran capacidad de pensamiento si se les estimula y escucha.
El poder reconocer a los niños, niñas y niñes como sujetos de derecho, capaces de pensar autónomamente, de sentir y expresarse resulta inconcebible para una visión adultocéntrica en la que estamos. [3]
Lo privado y lo publicó en la infancia
El primer y el mayor filtro para comprender el mundo que tiene un infante después de nacer son sus cuidadores. Desde antes del nacimiento del bebé, la cuestión del género ya entra en escena al designar colores, nombres, juguetes, figuras, accesorios e incluso deseos y expectativas de quienes esperan al bebé. Una vez que éste nace, llega un punto en el que comienza a entender la dinámica entre hombres y mujeres, así como sus diferencias en cuanto a roles, hallándose a sí mismo en la identificación forzada de uno o de otro. Digo forzada ya que dependendieno su sexo, los cuidadores comienzan a formarlo como un género que se cree inequívocamente unido a su sexo, obligando al sujeto de forma implícita o explícita a actuar como lo manda su género tradicionalmente. Tomando la idea de Segato, todo aquello que se salga de la norma de género es violentado como una forma de castigo para que vuelva a la posición que le corresponde. [4]
Ahora bien, el segundo plano al que pasan los infantes para seguir conociendo el mundo es la escuela. Concibo la escuela como el paso de lo privado a lo público puesto que en el salón de clases se crea una dinámica en la que el infante aprende a relacionarse con los Otros bajo ciertas normas de convivencia. Es aquí donde se reafirman las prácticas sociales en cuanto a los géneros que les han impuesto por medio del nombrarlos. No obstante, abordaré con más precisión este tema en la sección tres de este ensayo.
Cabe mencionar que, si bien tanto niñas como niños se hallan bajo el yugo de la violencia que engendra el sistema patriarcal en cuyo seno se funda la diferencia de roles de género, es la persona reconocida como mujer o los cuerpos feminizados quienes cargan con mayor peso de la violencia al no ser reconocidas de ninguna manera y puestas como objeto para lo viril. Lo masculino está envuelto por un privilegio y una especie de protección ante el otro que es su igual.
Es verdad que las violaciones y abusos se dan también hacia los hombres por otros hombres como es el caso de mandarlos a la guerra, el abuso sexual ejercido por autoridades de la iglesia, cuando son maltratados por no cumplir el estándar de varón o por agresiones sexuales en general; entre 2016 y 2020, las niñas representaron el 97% de los casos de abuso sexual [5], por mencionar sólo los casos que han sido denunciados. Es bien sabido que las niñas están más expuestas a abusos sexuales por parte de mayores, muchas veces por familiares o personas cercanas. En este acto se violenta la voluntad y la libertad de las niñas al ocurrir sin su consentimiento y contra su deseo, incluso bajo un abuso de poder adulto/infante.
Sobre esto, Olga menciona que los abusos se producen bajo la idealización de que las niñas son protegidas y defendidas a toda costa, impidiendo reconocerlas y escucharlas. Asimismo, menciona que para Beauvoir las experiencias de abuso se esconden en el silencio por la vergüenza o temor que experimentan las niñas.[6]
Al abusar de la falta de experiencia de las menores, se las suele confundir con que aquellos abusos no son más que “muestras de cariño” o “juegos”, aunque también se les suele amenazar explícitamente para callarlas. También surge un encubrimiento por parte de la familia al no querer enfrentarse a problemas legales o a una fractura familiar. Estos eventos permiten que la estructura patriarcal se reproduzca y que las niñas entren a lo más crudo de éste desde una temprana edad. Al ser una niña se duda de su palabra y al ser mujer es vista como cuerpo y lugar de dominio masculino.
Considero que si no se les habla a los infantes sobre este tema para lograr prevenir y que ellos sepan expresar e identificar este tipo de situaciones, no podremos ayudarles ni poner un alto para que los abusos no se sigan engendrando y repitiendo.
2. El sexo como mandato
Para este apartado me serviré principalmente de dos autoras: Rita Segato y Judith Butler.
Para Butler, el sexo se usa con fines médicos y legales, mientras que el género es cultural, histórico, influenciado por la familia, los deseos, etc. Ella no niega que tengamos órganos sexuales distintos, pero sí afirma que eso no determina el género de la persona como si fuera un destino.[7] Bajo esta misma idea Olga nos menciona que años antes Beauvoir ya había concebido la falsedad de tomar un dato biológico como destino para el sujeto. Con su famosa frase “No se nace mujer: se llega a serlo” de su libro El Segundo Sexo expresa muy resumida su idea.
Olga también critica el argumento patriarcal, que incluso algunos movimientos feministas retoman, sobre la idea de la superioridad de la mujer al estar unida con la maternidad y el cuidado del otro. Escondida detrás de la máscara de una valoración hacia las mujeres, no hay más que un argumento que contiene a éstas bajo una moralidad del bien que las hace ajustarse al sistema cumpliendo las normas asignadas por la hegemonía.[8] Este argumento no solamente subleva a las mujeres cisgénero sino que también discrimina a las mujeres trans. Por estas razones se debe abandonar la idea de la unión sexo-género como inequívoca y determinante. Tanto el sexo como el género no deben determinar la vida del sujeto.
Butler va a llamar una norma de género a lo que “opera dentro de las prácticas sociales como el estándar implícito de la normalización.”[9] Las normas pueden ser explícitas; pero cuando funcionan como principio normalizador en la sociedad aparecen implícitas; únicamente podemos ver sus efectos. Estas normas implícitas normalmente superan o son indiferentes ante las normas explícitas. Segato va a mencionar algo muy similar: “La regulación por medio del estatus precede la regulación contractual.” [10] Esto quiere decir que aunque las mujeres ya se encuentren en igualdad con los hombres frente a un contrato social, existe el estatus que va más allá del contrato y se posiciona de manera superior frente a la mujer. Esto hace que el sistema contractual nunca pueda llegar a realizarse. Para esta autora, las violaciones son una clara señal de que el estatus está arriba del contrato. Aunque toda violencia hacia lo feminizado es una muestra de la virilidad que castiga a quien se salga de las normas y se revela con poder frente a sus iguales para preservar su lugar.
Butler abre la posibilidad de crear una nueva noción del género, pues si bien por medio de este aparato se naturalizan las nociones de lo femenino y lo masculino, también se pueden deconstruir y desnaturalizar. La norma sólo persiste mientras se mantenga en la práctica social, no es algo independiente ontológicamente. No obstante, debido a la reproducción no es fácilmente restituida, pero reitero que tampoco es inalterable.
Nombrar como acto perlocucionario
Para Austin el acto perlocucionario es el “decir algo que producirá consecuencias o efectos sobre los sentimientos, pensamientos o acciones del auditorio, o de quien emite la expresión, o de otras personas. Y es posible que al decir algo lo hagamos con el propósito, la intención o el designio de producir tales efectos.”[11] En este sentido afirmo que nombrar a alguien niño o niña es un acto perlocucionario que moverá al sujeto a actuar como tal. Con esto no pretendo proponer que ya no se usen las palabras “niño o niña”, más bien busco que ese nombrar se pueda abrir las distintas formas de vivir el ser mujer o el ser hombre, así como reconocer que no todas las personas se identifican dentro de un sistema binario.
Es el infante quien debe decidir cómo quiere ser, no el adulto a cargo, pues no estaría respetando su autonomía ni su decisión sobre su futuro. Para que esto ocurra se debe comenzar a abrir el diálogo con los infantes y romper el mito de que son personas con poca capacidad de razonamiento o sin criterio propio. Dice la filósofa Olga que debemos conocer a los niños apartados de todos los prejuicios culturales que se han creado alrededor de ellos y que los minimizan. Muchas de estas formas de concebir a los niños y niñas ya está de manera inconsciente en uno mismo, por eso es necesario trabajar primero con la deconstrucción propia para después poder entenderles. Precisamente debemos adoptar la actitud de la infancia que se abre a la posibilidad de que las cosas pueden ser y llamarse de otra forma.
Ahora bien, la filósofa Mónica Cano, en una lectura de Butler, comenta que el lenguaje produce significados mediante el proceso de la repetición y la exclusión.[12] Como ya mencioné, para Butler esta repetición no tiene una identidad fija, se puede desplazar para permitir la aparición de modelos alternativos. De igual forma, el lenguaje cobra relevancia al enredarse en la significación del cuerpo de los sujetos; a través del lenguaje los cuerpos entran en un acto performativo. Así como nos interpela también nosotros podemos interpelarlo para modificar su relación con los cuerpos.
Ante las palabras y discursos cuya intención es avergonzar y humillar, Butler propone la repetición como estrategia de resignificación de los discursos hirientes. Es decir, se debe apropiarse de la repetición para poder cambiar su connotación. Por ejemplo, que las niñas dejen de entender su género como una forma de ofensa entre los varones al apropiarse del término y resignificarlo.
Es por eso que lo perjudicial no está en llamar niño o niña a alguien, más bien lo perjudicial está en que esa consecuencia determine la vida del sujeto más allá de sus intereses, deseos y gustos.
3. Estructura patriarcal en las escuelas
La escuela es, como ya dije, un modelo a escala de la realidad a la que se enfrentarán los infantes cuando sean adultos. La represión de las autoridades, la manera de vestirse, la forma de pensar, el proceso del pensar, los lugares dispuestos para cierta función opresora, etc.
¿Por qué asumo que es una estructura patriarcal la que se maneja dentro de un salón de clases? En primera, la mayoría, si no es que todos, los textos de historia de la filosofía que se usan para enseñar en el nivel medio superior están repletos de hombres y escritos por hombres, teniendo un evidente sesgo de género. Incluso las personas que se llevan los cargos de docencia en filosofía suelen ser mayormente hombres, pues normalmente al ser varón se le percibe como autoridad. Se borra a las mujeres de la filosofía por considerarlas “naturalmente” más sentimentales y menos racionales, valorando sus obras por debajo de los hombres. Me parece curioso que Nietzsche, este autor al que todo filósofo estima y estudia, tenía características bastante sentimentales y no por eso lo han rebajado frente a otros autores. De igual forma pienso en Salomé, su gran compañera pensadora quien solo pasó a la historia por haberle roto el corazón al inocente autor.
Un estudio realizado por las filósofas chilenas Marisol Loyola y Pilar Jarpa, en el contexto del Diploma de Estudios de Género mostraban que: “Las filósofas representan el 3.33%, mientras que los filósofos y otros autores incorporados sobrepasan el 96%. [13]
Bajo esta mirada nos encontramos con la marginalización de las voces femeninas y la ruptura epistémica de su acervo. El poder epistémico que posee el hombre ha propiciado la transmisión y creación únicamente del conocimiento desde una perspectiva falocéntrica.
Por supuesto esto no ocurre únicamente en el espacio filosófico - que curiosamente es en donde más se deberían cuestionar estas prácticas - sino que también acontece en niveles elementales de la educación escolar donde no se encuentran en los libros de texto más que ideas provenientes de lo heteropatriarcal, dejando a las niñas sin referencia y sin historia. Actualmente el nuevo sistema educativo promueve integrar más a las mujeres y a la comunidad LGBTIQ+ en los libros de texto, pero esto provocó un rechazo contundente y el desprecio hacia los mismos.
Lo que la Filosofía para Niños propone, y que Olga retoma, es una educación horizontal: niños, niñas, niñes y profesorado. Tomando prestado el uso del término rizomático de Deleze y Guattari, dice la autora que lo rizomático desjerarquiza y extiende sus raíces haciendo posible distintos tipos de relación con lo otro.
El juego como reflejo del porvenir
Así como a través de lo lúdico se puede enseñar y pensar, también por medio de la dinámica que se desarrolla uno se puede dar cuenta del estado interior de los niños y su comprensión del mundo.
Me manifiesto en contra de que las niñas usen falda forzosamente. Y digo forzosamente porque no dan opción de elegir, así como tampoco a los niños. Me resulta sumamente arcaico que el código de vestimenta sea usar falda en una edad en la que tienes mucha energía y ganas de querer correr y jugar. La falda impide que las niñas ejerzan completamente su derecho al juego. Desde temprana edad se les enseña a ser tranquilas y pasivas bajo un código moral que no permite desenvolverte como lo haría un varón ya que las zonas del cuerpo que se pueden llegar a ver si juegas con falda son inapropiadas al ser sexualizadas, aunque la niña no tenga noticia de eso. Rápidamente las niñas entienden su cuerpo como objeto de vergüenza y el cubrirlo como muestra de merecer respeto de los y las demás.
Por otra parte, el que se les excluya a las niñas de hacer ciertos deportes así como a los hombres ciertas actividades que se consideran del género opuesto, también es una forma de ir moldeando el rol y temperamento de cada uno dentro de una comunidad. Los niños y niñas no nacen con estas ideas sobre excluir al género opuesto de sus actividades, estas ideas son propiciadas por sus cuidadores y reafirmadas por los docentes. Se oprime fuertemente al infante y se le arranca su identidad, su creatividad y su voluntad de hacer o no hacer diversas actividades.
Sesgo separatista
Dentro de la escuela también se exige a los infantes identificarse forzosamente bajo su sexo para poder ponerlo de un lado o de otro. Siempre hay una fila de niños y una de niñas, un baño para niños y uno para niñas, un color para las niñas y otro para los niños, etc. Siempre se encuentra esta separación muy marcada que incita a los infantes a verse completamente distintos a su sexo opuesto, generando incluso cierto desprecio a lo opuesto, llámese a lo feminizado o masculinizado.
¿Qué pasa entonces con las infancias trans? Quedan completamente borradas y violentadas. El reconocimiento de niños y niñas trans, de niñes y adolescentes no binarios genera un desapruebo total ya que, en palabras de Butler, las personas que se manifiestan en contra encuentran que “su propia definición de sí mismos está desestabilizada.” De la misma manera pone a la filosofía tradicional en un desafío de sus ideas ontológicas en torno a la identidad.
El poder médico, paternal y docente influyen para que se ejerza violencia a las infancias trans al no poder concebir el género separado del sexo. No permiten que el infante decida su identidad al asumirlo como un capricho transitorio[14] que no nace de lo racional porque, reitero, no creemos que los infantes puedan tener la capacidad autónoma de pensar.
La transfobia nace del miedo a poder concebir de manera distinta el género y el sexo porque nos adentra a una tranformación y fractura de la norma de lo que significa ser hombre y mujer. A mi parecer una transformación urgente. Dice Olga respecto a la consecuencia de la transfobia en los infantes:
“Es ese dolor el que puede llevar a la generación de trastornos psicológicos y a la toma de decisiones de autodestrucción y lo que, a nuestro juicio, debería ser el sustento del empeño de muchos y muchas para que la realidad trans desafíe las capacidades pensantes ampliando las formas habituales del entendimiento de lo sexual genérico desde otras coordenadas.”[15]
4. Responsabilidad con las infancias
Para concluir este breve ensayo tomando en cuenta todo lo que se puede decir alrededor del tema en cuestión, quiero mencionar que como futuras filósofas y posibles docentes, es de suma importancia comenzar a repensar la infancia y el lugar que le estamos dando, así como las consecuencias de seguir repitiendo un sistema que, como ya vimos, oprime de muchas formas a los infantes. Parece que constantemente se nos olvida que crecerán y crearán su propia realidad con lo que les dejemos y les demos. Seguramente estaremos dos metros bajo tierra y no podremos ver el fruto de lo que sembramos, pero tendremos la certeza de que dejamos la semilla.
Me parece que el derecho a la identidad, a la participación, a no ser discriminado, a una vida libre de violencia, a la integridad personal y a la libertad de expresión y de acceso a la información dentro de los derechos que poseen los niños,[16] son violados constantemente, y al ser sujetos a quienes les hemos arrebatado la voz, no hay manera en la que puedan defender esos derechos. Como filósofos, filósofas y filósofes, tenemos una responsabilidad con aquellos que no tienen voz y han sido olvidados. Es nuestro deber salir del adultocentrismo y comenzar a engendrar una filosofía inclusiva a partir del ámbito educativo que permita nuevas posibilidades de ser con ayuda de los infantes. Debemos expandir sus habilidades, no someterlos a un marco que empequeñece sus posibilidades de existir.
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